GOBIERNOS DICTADORES DE LA REPÚBLICA DOMINICANA.
Había ingresado a la Guardia Nacional durante los años
de ocupación. Allí se entrenó con los norteamericanos e hizo carrera,
aprovechando sus sucesivos ascensos para enriquecerse e ir acumulando poder con
el pretexto de servir a Horacio Vásquez. En 1929, un estudio
administrativo-financiero realizado por estadounidenses contratados por el
presidente de la República descubrió las formas en que Trujillo, valiéndose de
su posición de jefe del Ejército, se hacía con el dinero de la dependencia que
dirigía. Vásquez hizo caso omiso de las recomendaciones que le dieron y dejó a
Trujillo en el cargo.
Luego de que Trujillo y su aliado Estrella Ureña
dieran el golpe de Estado el 23 de febrero de 1930, procedieron a organizar las
elecciones del 16 de mayo. Una de las candidaturas presentaba a Trujillo para
presidente y a Estrella Ureña para la vicepresidencia, apoyada por una buena
parte de las elites nacionalista, liberal y republicana del país; en tanto que
la segunda presentaba a Federico Velázquez y a Ángel Morales a la presidencia y
vicepresidencia.
La campaña electoral se condujo bajo el clima de
terror producido por Trujillo y su banda paramilitar “La 42” (dirigida por el
mayor del ejército Miguel Ángel Paulino), dedicada a perseguir, intimidar y
matar. Hasta los miembros de la Junta Central Electoral se vieron forzados a
renunciar el 7 de mayo, siendo sustituidos por personas que respondían a la
voluntad del que ya era dictador. Así, el día 24 de mayo de 1930 se proclama a
Rafael Leonidas Trujillo Molina como presidente de la República.
Monopolios. Si durante la jefatura del ejército
Trujillo supo obtener grandes beneficios económicos, la presidencia le daría la
oportunidad de convertir al país en una finca de su propiedad:
• Sal. En 1931
se adueñó de la producción y venta de sal al prohibir la explotación de salinas
marítimas y obligar a la población a consumir la de las minas de Barahona
controladas por él. Esto le reportaba unos 400,000 pesos netos anuales.
• Carne. Se hizo
cargo de las carnicerías de la ciudad de Santo Domingo, las que le
proporcionaban ingresos anuales de unos 500,000 pesos.
• Arroz.
Prohibió la importación de arroz y sólo permitió el consumo del arroz criollo
que distribuía una de sus tantas empresas personales.
• Leche.
Controló la venta y distribución de los productos lácteos a través de la
Central Lechera.
• Tabaco.
Obligó a los dueños de la Compañía Anónima Tabacalera a venderle acciones y,
posteriormente, a cederle la propiedad casi entera de la empresa.
• Calzados.
Prohibió andar descalzos a los ciudadanos, debiendo éstos comprar sus zapatos a
la Fábrica Dominicana de Calzados, que era de su propiedad.
• Pintura.
Dispuso la obligatoriedad de pintar las casas cada año, con lo
que se aseguraba el buen rendimiento de su empresa
Pinturas Dominicanas.
• Azúcar. A
partir de 1948 comenzó a invertir en el sector azucarero, para lo cual despojó
a pequeños campesinos de sus tierras y compró los ingenios de capital
estadounidense. En 1955 tenía los ingenios
Porvenir, Ozama, Amistad, Monte Llano, Barahona,
Consuelo, Quisqueya, Boca Chica, Las Pajas, Santa Fe, Catarey y Río Haina.
Matanza de haitianos del 37 y “dominicanización” de la
Frontera. Una masa silenciosa de haitianos vivía en la República Dominicana,
atraída por la tierra y por el trabajo. La industria azucarera se sustentaba en
gran medida en sus brazos; mientras que el asentamiento en las tierras
fronterizas abandonadas por los dominicanos era un hábito de más de un siglo de
edad que no había podido ser detenido. En 1937, la moneda haitiana circulaba
hasta el pueblo de Mao en el Cibao, hasta Azua en el Sur, y era aceptada en los
comercios de Santiago.
En octubre de ese año, tras un discurso de Trujillo en
la ciudad fronteriza de Dajabón, el dictador dio órdenes de asesinar a todos
los haitianos que se encontraban en el territorio nacional. Murieron unas
18,000 personas. Únicamente pudieron salvar la vida los que alcanzaron a cruzar
la frontera o los que fueron protegidos por los ingenios azucareros.
El genocidio levantó la repulsa internacional y
Trujillo, calificando el caso como “conflictos fronterizos”, pagó al gobierno
haitiano una “compensación” de 750,000 pesos dominicanos.
A partir de entonces se efectúa una especie de cruzada
por la “ dominicanización” de la frontera, promoviéndose la repoblación de la
zona con familias dominicanas a las que se entregaron tierras, y con la
creación de provincias que por vía administrativa ligaron las regiones
fronterizas a la Capital de la República.
Opresión. La masacre de los haitianos fue parte de un
régimen de terror que afligía y desangraba a los dominicanos. El país era una
gran cárcel en donde la vigilancia, el control, la tortura y los asesinatos
constituían el orden del día. Nada que no fuera el servilismo, la aceptación
sin más de la voluntad del tirano, era permitido.
Numerosos instrumentos servían para mantener sometidos
no sólo a los adversarios políticos y a la población en general, sino incluso a
sus propios colaboradores. Entre estos instrumentos se destacan el Ejército, el
Servicio de Inteligencia Militar (SIM), grupos como la Guardia Universitaria,
la Juventud Trujillista, y mecanismos como la obligación de afiliarse al
Partido Dominicano, el servicio militar obligatorio y todo el sistema escolar.
Una de las estrategias fundamentales consistió en infiltrarse en la vida
cotidiana de los ciudadanos a través de una red de “calieses” o espías que
hacían cualquier cosa con tal de ganarse el favor del “Jefe”. Pero su éxito
mayor estuvo en el hecho de poner a los ciudadanos en la permanente disyuntiva
de colaborar activamente con el régimen o de lo contrario exponerse a ser
calificado de “desafecto” y sufrir las consecuencias.
Oposición. Hubo resistencia y oposición política a
pesar de la tiranía. Distintas organizaciones clandestinas y sindicales
surgieron una vez entrada la década del cuarenta: Partido Democrático
Revolucionario Dominicano (1943), Partido de la Juventud Revolucionaria (1944),
Partido de la Unión Patriótica Revolucionaria, Partido Socialista Popular
(1946), la Federación Local del Trabajo (creada por Mauricio Báez), el
Movimiento de Liberación Dominicana (MLD).
La actividad sindical tuvo un momento de auge en su
lucha contra la dictadura entre los años 1942 y 1946, cuando llegaron a existir
113 sindicatos y se organizó una huelga en los ingenios de La Romana y San
Pedro de Macorís que afectó todo el este del país.
Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez Grullón, Juancito
Rodríguez, Miguel Ángel Ramírez, Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Arvelo,
Rolando Martínez Bonilla y Miguel Ángel Feliz Arzeno son algunos de los nombres
de los dominicanos que desde el exilio enfrentaron a la dictadura.
Particular mención merecen las expediciones de
patriotas de Cayo Confites, Luperón, y la de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
La primera, organizada desde la provincia cubana de Camagüey, fue abortada en
1947 debido a la presión que el gobierno estadounidense ejerció sobre el
gobierno de Cuba. La de Luperón fue planeada desde Guatemala, y tenía por
propósito el ataque de diferentes objetivos militares, aunque sólo un grupo
expedicionario pudo alcanzar las costas dominicanas por la bahía de Luperón,
recibiendo el embate de la milicia trujillista (junio de 1949). Diez años
después, en 1959, se produce la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo,
preparada por el Movimiento de Liberación Dominicana desde la provincia cubana
de Pinar del Río, donde los revolucionarios estuvieron entrenando durante tres
meses.
Uno de esos crímenes fue el cometido contra las
hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal y su chofer Rufino de la Cruz,
quienes fueron salvajemente asesinados el 25 de noviembre de 1960.
Ajusticiamiento. La noche del 30 de mayo de 1961, un
grupo de antiguos funcionarios y militares del gobierno de Trujillo atacó al
dictador cuando salía de la ciudad para dirigirse a su “Hacienda Fundación”, en
San Cristóbal. Entre los conspiradores estaban Juan Tomás Díaz, Antonio de la
Maza, Antonio Imbert Barreras y Luis Amiama Tió.
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